Si el semáforo está en rojo, el producto no es para ti

26/06/2025

Es posible que ya hayas visto este cuadro, bien en la publicidad de productos financieros o en la documentación que tu entidad te ha entregado cuando te has interesado por alguno.

Este cuadro pertenece al sistema de clasificación del riesgo de productos financieros, sistema pensado para que los clientes entiendan fácilmente el nivel de riesgo de los productos financieros que las entidades pueden ofrecerles. La información se presenta de forma homogénea, visual y comprensible.

La iniciativa pretende que los consumidores tomen sus decisiones financieras con la máxima información. Esta clasificación afecta solo a algunos productos, entre ellos los depósitos bancarios (a la vista, de ahorro y a plazo, entre otros).

El sistema es sencillo y con un formato común para todos los productos. Divide los productos en seis clases, en orden ascendente de menor a mayor riesgo. Desde la clase 1 para los de riesgo muy bajo (por ejemplo, depósitos en euros a la vista o a plazo), hasta los de clase 6 para los de riesgo muy alto (por ejemplo, productos complejos o con mucha volatilidad).

Pero además de alertar del riesgo, y para que los clientes puedan sopesar si el producto que se les ofrece se adapta a sus necesidades, la norma también obliga a las entidades a informar sobre los siguientes aspectos:

  • Complejidad del producto: si requiere conocimientos financieros avanzados para su comprensión. Debe figurar la frase: «Producto financiero que no es sencillo y puede ser difícil de comprender»
  • El grado de liquidez, es decir, si es posible recuperar el dinero en cualquier momento o si hay un plazo o condiciones para ello.
  • Posibilidad de pérdida total o parcial del capital, ya que hay productos en los que no se garantiza la recuperación del importe total de lo aportado.
  • Costes asociados a la devolución anticipada (comisiones, penalizaciones, etc.), así como plazos de preaviso mínimos para solicitarla.

Es importante fijarse en estas alertas porque nos dan información relevante para adoptar la decisión idónea. Esta práctica permite además comparar productos de distintas entidades y prevenir sorpresas desagradables sobre riesgos ocultos o costes inesperados.

Este sistema no solo protege al consumidor, sino que también debe fomentar la confianza en el sistema financiero por promover la transparencia y la responsabilidad.

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